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Las idas y venidas del proyecto acabaron cuando Guillem Bofill apoyado por el obispo Dalmau de Mur, presentó un proyecto innovador. A diferencia de lo que se solía hacer en las catedrales góticas del momento, la Seu de Girona tendría únicamente una nave, hecho que subiría la altura del techo aumentando significativamente la luminosidad dentro del templo.

El proyecto siguió adelante, pero su propio impulsor, Guillem Bofill, no tenía claro que las paredes aguantaran el peso. De hecho, la leyenda explica que de los nervios, el maestro de obras de la catedral solía regentar los Baños Árabes para relajarse.
Por fin, diez años más tarde, las obras de la catedral finalizaron con éxito. Pero lejos de celebrarlo, Guillem Bofill desapareció sin decir nada a nadie, hecho que desde entonces desencadenó ciertas teorías sobre su desaparición.

Hay quien se decanta por una opción con final feliz asegurando que se fue a Italia por miedo a que la catedral se derrumbara. Por otro lado, hay teorías más macabras que dicen que la presión pudo con él y que se suicidó sufriendo por un desenlace fatal. Pero a día de hoy, las paredes de la catedral siguen en pie y su nave única sigue siendo la nave gótica más ancha del mundo.